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LANA
LANE & ERIK NORLANDER
En estos días tan tecnificados es difícil creer en el destino. Pero a veces pasa que las cosas ocurren de tal forma que, cuanto menos, el destino se te presenta como una posible explicación de lo inesperado. En algún sitio estaba escrito que el concierto de Lana Lane y Erik Norlander, el pasado 11 de mayo en Madrid, en la sala Ritmo y Compás, tenía que salir bien y, aunque todo presagiaba justo lo contrario, finalmente salió bien. Lana Lane y Erik Norlander son dos músicos californianos que, a pesar de su relativamente corta carrera -su primer disco conocido data del 93- han demostrado una calidad, un nivel y una fecundidad creativa más que notables. Ambos personajes, casados entre sí, presentan un producto que, como poco, no deja indiferente. Ella, Lana, cuyo instrumento es una voz profunda y hechizante, trabaja con su banda un peculiar AOR que se desliza peligrosamente hacia el sinfónico más clásico merced a la impronta que deja su marido Erik, teclista habitual de los 7 trabajos de su esposa. Él, por su parte, pasea con éxito tanto sus trabajos en solitario -2 hasta el momento- como los editados con su propia banda Rocket Scientists - 4 más que cargar a sus espaldas -y nada en unas aguas radicalmente opuestas a las de ella aunque no incompatibles: un rock sinfónico que alterna la belleza de lo clásico con la fuerza del hard prog metálico europeo (Confeso admirador de las tendencias que por aquí se cuecen, Erik ha sido el teclista del último trabajo de Arjen Lucassen "Ayreon", que le ha devuelto arte en el último trabajo en solitario del teclista). La propuesta de la pareja consistía en viajar con una banda de lo más híbrida, músicos de Rocket Scientists (Don Schiff mágico frente al chapman stick), de Vengeance (Peer Verschuren el más fuerte a la guitarra) y de Ayreon (Ed Warby, impresionante y rápido batería que además lo fue de Elegy y Gorefest), para mostrarnos los últimos trabajos de Lana Lane, Erik Norlander y Rocket Scientists, en un ejemplo de fusión de estilos francamente apetecible. Y no satisfechos con este material, lo adornaban con la promesa de unos covers de lo más históricos, para paladares exquisitos: Marillion, King Crimson o Pink Floyd, palabras mayores. Y con semejante currículo y tamaña presentación ¿qué factores hacían de éste un concierto de riesgo? Pues lo de siempre. Que, a pesar de que en su California natal estos señores -especialmente ella- gozan de un reconocimiento nada desdeñable, aquí en España no los conoce ni su prima, como vulgarmente se dice. Y que como aquí no hay medios económicos para organizar un concierto acorde con el grupazo y equipo que venía, hubo que meterlos en una sala que, aún siendo de las mejores y mejor organizadas que hay ahora por Madrid, era sin duda, excesivamente pequeña para la parafernalia con que se acompaña esta banda. Y que si a esas dos razones sumamos que, como siempre, el desinterés de los medios de comunicación hacia este estilo es un mal ya endémico, resulta muy difícil vender este concierto al necesario número de personas para amortizar los costes de organización. A pocos días de la fecha anunciada, la venta de entradas iba desastrosamente mal. En las últimas jornadas se notó una apreciable mejoría y finalmente, el día del concierto y contra todo pronóstico la afluencia fue masiva. Con ello el aspecto económico quedaba cubierto (por los pelos, pero cubierto). Faltaba ver si el otro aspecto, el musical, también satisfacía las expectativas. Y lo satisficieron, y de qué manera. A pesar de los muchos problemas que se sucedieron el propio día del concierto - más leña en el fuego del mal fario que ya estábamos convencidos que rodeaba al evento- una vez que la música comenzó a atronar, todo lo pasado quedó olvidado como por arte de magia. Como pequeño ejemplo de lo que iban a presentar, abrieron con un largo tema en dos partes, la primera perteneciente al último trabajo de Erik, Into the sunset, y la segunda un clásico del directo siempre poderoso de Lana Lane, Escher's staircase. Esta alternancia continuó durante las más de 2 horas de concierto de tal manera que no había posibilidad de cansarse de ninguno de los dos -si es que eso hubiese sido posible- ya que no se sabía qué iba a sonar lo siguiente y de quién iba a ser. El equilibrio fue "casi" perfecto -"casi" porque la perfección absoluta no existe, dicen- y la estupenda voz de Lana era sucedida y complementada con los solos magistrales del teclado de Erik, o el solo de chapman stick de Don Schiff, uno de los momentos más memorables e inusuales de la noche. El primer cover que irrumpió en la sala correspondió a todo un clásico del Marillion más entrañable, un Season's End mágico, misterioso y evocador que terminó de derribar las defensas de los pocos que aún no se habían rendido ya al talento de la superbanda. Minutos después sorprendían una vez más con unos apuntes del In the flesh -Pink Floyd y su The Wall nunca sonaron tan próximos- que servían de presentación de la parte de concierto que hacía honor a la brillante carrera de Rocket Scientists con su Oblivion days, tema que además de titular el último trabajo de la banda tiene la peculiaridad de que fue compuesto por Erik para su admirado amigo Keith Emerson. Este nunca llegó a grabarlo porque Emerson, Lake & Palmer se separaron una vez más. Pero sin duda el cover más celebrado y el momento más espectacular de la noche correspondió a la increíble versión del clásico In the court of the Crimson King. Hay que oírlo para creer que en ese himno contemporáneo pueda encajar un toque "hard" junto con el espíritu original, pero así es. El delirio colectivo demostró que así es. Ni que decir tiene que estas versiones no fueron lo único destacable, sino el complemento quizás más efectista a un sólido y convincente repertorio de unos músicos que no tienen ya nada que demostrar, pues poseen el arte y las tablas para hacer -musicalmente, claro- lo que se les antoje. La noche resultó realmente apoteósica y, tras el concierto, los músicos lucieron también su enorme calidad humana mostrando sin sonrojo su sorpresa y admiración hacia un público que les sorprendió por su calor y entusiasmo, como confesaba "off the record" una Lana Lane rendida a la audiencia y, porqué no decirlo, también al cansancio físico. Y
cerrando esta crónica, es justo recordar que no todo fue tan
bonito como se pinta. Debido a unos particulares problemillas que hicieron
que el concierto se retrasara una hora - fíjate qué tontería,
el soporte analógico de los teclados de Erik provocaba cortes
de luz en la sala- el sonido no comenzó como debiera. No obstante
los técnicos, auténticos fenómenos, ecualizaron
sobre la marcha consiguiendo un sonido sorprendente durante casi todo
el tiempo (a veces sonaba un poco "cargado", admitámoslo,
porque recordemos que la sala, aunque excelente en todos los sentidos,
era un poco pequeña para esa descarga sonora). Pero el feeling,
la complicidad y la cercanía que se respiraban esa noche bien
pueden hacer olvidar ese pequeño lado oscuro que, ya olvidado,
hemos tenido que esforzarnos en recordar ahora para que lo sepáis
todo. Paco
López & Luis Berreiros |