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“Takk…”
es el cuarto trabajo en estudio de estos islandeses que, tan
merecidamente, están dando que hablar. Su música,
lejanamente relacionada con el rock sinfónico, es difícil
de etiquetar, y con frecuencia son incluidos en lo que se
ha denominado “post-rock”, -definición
ambigua donde las haya- en la que suelen encontrarse bandas
como Mogwai, Godspeed you Black Emperor!
o The Mars Volta, por mencionar algunas.
La
música de Sigur Rós tiene,
sin embargo, características propias. Quizá
la más notable es que está hecha con una extraordinaria
sensibilidad y un exquisito cuidado. Nada parece dejarse al
azar, aunque alguno de sus pasajes suene a improvisación.
Es la música que hubiera compuesto un virtuoso que
paseara, o, mejor, explorara, la grandeza de los imponentes
paisajes islandeses, porque la relación con la Naturaleza
está presente a menudo en sus composiciones. Sus desarrollos,
a la vez que descriptivos, son de una gran introversión,
aunque pueda parecer paradójico. Sus temas tienen “duende”,
como si fueran una suerte de flamenco, de cante “jondo”
islandés, con frías y profundas raíces
nórdicas.
Escuchar
a Sigur Rós puede resultar una experiencia
fascinante y sublimadora. Es como cuando, tras meses de inactividad,
te das una paliza en el gimnasio y descubres músculos
y tendones que no sabías que existían. Así,
Sigur Rós con su música, descubre
recovecos del alma –o de nuestro interior más
subconsciente- que desconocíamos o que habíamos
olvidado. Además de la membrana del oído, sus
notas hacen vibrar también las fibras de las que están
hechas la sensibilidad y la emotividad. Es como dotarse de
un alma postiza. Muy de agradecer para desalmados como yo.
Por
otro lado, resulta evidente que los miembros de Sigur
Rós son músicos comprometidos con causas
justas y nobles. Los excelentes video-clips que nos han venido
ofreciendo son prueba de ello. Muestran una delicadeza exquisita
en temas como la integración –no me gusta esa
palabra, pero no encuentro otra- de los que solemos llamar
“disminuidos psíquicos”, como
en el hermoso video-clip en el que unos chicos con síndrome
de dawn aparecen como ángeles danzantes en una coreografía
de gran belleza gestual que nos habla de pureza y ternura;
o, también, la presión a la que la sociedad,
la familia, la religión, somete al que le resulta diferente
en lo que a sus inclinaciones sexuales se refiere; o, en otro
apocalíptico video-clip, en el que se llama la atención
respecto al maltrato al que sometemos a la naturaleza en un
mundo contaminante y destructivo, y sus consecuencias.
Hablando ya de “Takk…”
(“Gracias…”, en islandés)
es, para mí, un preciso y precioso resumen de lo que
han hecho hasta ahora y, también, un preludio de lo
que nos espera sobre el futuro y evolución de la banda.
En esta ocasión y, una vez fichados por EMI, nos presentan
un disco que, diría, es de transición hacia
nuevos planteamientos y sonidos, tal vez más universalistas.
El hecho de haber cambiado de sello y firmar ahora para una
multinacional ha influido en algunos aspectos (mayor y mejor
promoción, elección de locales más apropiados
para su directo, inclusión en algunos temas de fraseos
en inglés, sonidos en algunos casos más accesibles
para el oyente común…) pese a que la marca “Sigur
Rós” sigue estando presente en gran parte
de este trabajo.
En
la preciosista portada de “Takk…”,
que, curiosamente, se asemeja a un diario íntimo (lo
que parece indicar que su interior contiene la memoria de
lo acontecido), vemos el dibujo de un solitario y melancólico
niño rodeado de plantas en forma de orla –o,
de manera más abstracta, de un paréntesis vegetal-.
En el interior y trasera del disco hay dibujados pájaros
en una abierta bandada migratoria. Todo sugiere una época
otoñal, cambiante y de una relativa, aunque emotiva
y esperanzadora, tristeza.
El
primer single y video-clip que han lanzado en esta ocasión
es el tema-himno “Glósóli”
(“Sol resplandeciente”). De nuevo sorprenden
con una estética y un contenido visual tan atractivo
como turbador. En este caso, un solitario y seductor jovencito
recluta, a golpe de tambor, a un ejército de chicos
y chicas en una mágica leva que recuerda al mito de
Peter Pan.
Se
me hace difícil, casi imposible, comentar uno a uno
los once cortes que componen este disco. Por una parte, porque
tendría que modificar mi opinión dependiendo
del momento de su escucha y, por otra, porque decir lo que
pienso es, en este caso, luchar contra el pudor que me da
hablar de mis sensaciones y sentimientos -materiales inestables
de los que están hechos los seres humanos, poco fiables,
en cualquier caso. Baste decir que, como en anteriores trabajos,
encontraremos tempos lentos, crescendos repentinos que sacuden
el espíritu, gran trabajo de la sección de cuerdas
–envolventes e inquietantes-, percusión, elegante
unas veces y más potente y dura otras, una descriptiva
guitarra y, más modulada y menos rota esta vez, la
voz de Jonsi. Entre otras muchas cosas.
No
sé. Píllate el cd, si no lo tienes ya, abrígate
y date un paseo escuchándolo. Y después, no
pienses que estás solo en esto, hay más gente
como tú en esta página (y, más aún
en la página oficial de Sigur Rós en España,
www.ocnos.com).
Que lo disfrutes.
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