24 noviembre 2005. Sala MACUMBA (Madrid)
 
crónica 1 por
Francisco Diez Peña y Javier Monteagudo
 
crónica 2 por
Tomás García Luis
 

A la espera de que los históricos Emerson, Lake & Palmer decidan reunirse una vez más, para obsequiarnos con alguna gira que les traiga de visita a España, deberemos conformarnos con ir catando, en pequeños sorbos y por separado, el buen hacer de los componentes de esta mítica banda.

En este sentido, el teclista Keith Emerson visitó Madrid y Barcelona el pasado mes de noviembre, y está previsto que Carl Palmer haga lo propio a mediados del próximo mes de marzo. Así que, señores, a ver si alguien se anima a echarle el lazo a Greg Lake, que también estaba últimamente de gira por Europa.

 
 
 
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Como decíamos, Keith Emerson, dentro de su gira mundial, visitó la sala Macumba de Madrid el jueves 24 de noviembre, y la sala Apolo de Barcelona el viernes 25. Su concierto en L´Estartit, previsto para el día siguiente, había sido cancelado pocos días antes.

Y es que, al menos en Madrid, la respuesta de público no fue todo lo contundente que hubiéramos deseado. Hubo gente, sí, pero sólo la suficiente como para que el concierto no ofreciese un aspecto desangelado, y sólo la imprescindible como para que todos pudiésemos transmitir a la banda y transmitirnos entre nosotros, ese calor y entusiasmo que este tipo de eventos requieren.

Entrando en material, Emerson se situó a la izquierda del escenario, rodeado de teclados y teniendo como fondo el super-moog que siempre le ha acompañado, una enormidad francamente impresionante (y aparentemente algo mas útil que “la máquina que hace ‘ping’” de la que hablaban los Monty Python). En el centro del escenario, el cantante y guitarrista Dave Kilminster, un tipo francamente simpático, a la derecha un sobrio Phil Williams al bajo, y tras ellos el batería Pete Riley.

Ahora vendría la parte en la que cualquier reseña que se precie, relativa a dinosaurios del rock sinfónico-progresivo, debería decir aquello de que los años pasan para todos y también para Keith Emerson y bla bla bla. Y es cierto que esas manos y esos dedos portentosos ya no están en su mejor momento, pero también es cierto que, en general, el veterano maestro, si no venció, al menos convenció, con un buen aspecto físico, tan chulillo como antaño, entregadísimo a su trabajo e intentando ejecutar sus virtuosas virguerías de siempre.

En cuanto al resto de la banda, oímos algunas críticas negativas sobre que los tres músicos cumplían y poco más, pero lo cierto es que al final disfrutamos de casi dos horas de buena música, fuerte y contundente. Kilminster resultó un buen cantante y un mejor guitarrista, perfectamente compenetrado con Emerson en todo momento. Riley se portó sobradamente como batería. Y Williams, al bajo, no destacó excepcionalmente, quizá porque el sonido en general dejó algo que desear (probablemente por estar ecualizado para una sala de conciertos con mas oyentes de los que esa noche acudieron finalmente al local).

En cuanto al repertorio que Emerson y compañía nos ofrecieron, resultó de lo mas completo, y aparte de unos cuantos temas correspondientes a su carrera en solitario, hubo un poco de todo:

- Canciones de su época en The Nice (“Rondo”, “America”, el “Intermezzo” de la suite Karelia, “Country Pie / Concierto de Brandenburgo número 6”…),

- Temas de la época EL&P (“Karn Evil 9 - First Impression”, “Hoedown”, “Fanfare for the Common Man”, “Lucky Man” –estupendo y clásico tema que por causas desconocidas no llegaron a tocar en Barcelona-, el “Tarkus” al completo, con sabrosas improvisaciones, incluyendo el “Bitches Crystal"…),

- Y todo ello intercalado con fragmentos ó versiones completas, estupendamente recreadas, del “Epitaph” de King Crimson, el “Peter Gun” de Henry Mancini, la “Tocata y Fuga en Re Menor” de Bach (que el maestro tocó, como en los viejos tiempos, situándose tras el teclado en lugar de frente al mismo) y, ya en los bises, una potente y sorprendente versión del “Black Dog” de Led Zeppelin.

En suma y a pesar de los inconvenientes, una noche para recordar. Así que, lo dicho, tras esta digna actuación del veterano Keith Emerson, esperamos vernos pronto en el concierto de Carl Palmer, allá para marzo, y cruzaremos los dedos para que el bueno de Greg Lake se anime también algún día a visitarnos.

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fotos Javier Monteagudo y Luis Berreiros
 
 
 
Francisco Diez Peña / Javier Monteagudo - Diciembre 2005
 
 
 
 
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LADIES AND GENTLEMAN, KEITH EMERSON EN MADRID
 

Tuve la suerte de ver el magnífico concierto que dieron ELP en el Cuartel del Conde Duque de Madrid, allá por octubre de 1992 en la Gira del Black Moon, disco que en mi opinión es el peor de todos los que parió el trío (si descontamos obviamente el bodrio del Love Beach que ni siquiera lo consideraría como un disco de ELP), pero al que hay que agradecer que nos brindara la oportunidad de verlos en concierto. Desde luego ya por entonces el trío había dado todo lo mejor de lo que era capaz al mundo de la música progresiva o música a secas. En aquel día tuvieron el acierto de tocar muy pocos temas del disco que presentaban y por el contrario se decantaron por deleitarnos con su repertorio clásico.

Dado el buen gustazo que me dejó aquel concierto esperaba ansioso otra oportunidad de disfrutar de lo lindo. Mucho tiempo después (quizás demasiado) Emerson regresaba para tocar sobre un escenario de Madrid, esta vez sin la L ni la P. En su lugar se anunciaba una “Keith Emerson Band” formada, además del “tigre”, como he oído a algún sudamericano denominar alguna vez a “nuestro” Emerson, por un guitarrista (Dave Kilminster), un bajista (Phil Williams), y un batería (Pete Riley), todos ellos desconocidos para mi y creo que también para el gran minoritario público de la progresía musical. Con la coletilla de “Band” seguro que alguno pensó que podría avecinarse una noche de jazz session o algo parecido. Nada más lejos de la realidad puesto que el repertorio recorrió muchos de los grandes hitos de toda la dilatada carrera de Emerson, The Nice incluido.

Han sido muchas, muchísimas las veces que he degustado los discos de ELP, hasta machacarlos como se hacía antes. Primero en los pequeños casettes de mano, después ya en el tocadiscos y luego sobre el CD. Por ello, antes de entrar en la Sala Macumba, donde era la actuación, sentía sobre mi estómago el hormigueo típico de las grandes ocasiones.

Al acceder a la Sala destacaba sobre el escenario el aparatoso Moog cubierto de cables de colores que siempre ha acompañado a Emerson como su fardona tarjeta de presentación. Al aparecer Emerson sobre el escenario me pareció como si en ese momento entrara alguien de la familia, y este sentimiento de íntima conexión no me abandonó a lo largo de toda la noche. A esta sensación ayudó sobremanera la escasez de personal que acudió al concierto, poco más de 250 entusiastas, realmente muy inesperado para alguien tan conocido y para un concierto que, en comparación con lo que suele ser habitual en este tipo de música, tuvo una relativa gran promoción, con anuncios en El País y venta de entradas en El Corte Inglés. Con esta exigua respuesta no van a quedar promotores con suficientes arrestos para arriesgarse a traer a músicos del mundillo progresivo. Quizás influyera el hecho de que Emerson sea un músico sólo conocido por un público ya madurito, de 40 para arriba, liado con las lógicas responsabilidades familiares y laborales y para los que acudir un jueves-noche a un concierto sea difícil, no lo sé. No pude dejar de pensar en qué sentiría este músico ante esa sala medio vacía después de haber llenado estadios olímpicos. Lo único que puedo asegurar es que a los músicos no les afectó en absoluto, pues dieron un extraordinario concierto comportándose como los auténticos profesionales que son. El público, muy entregado, vibró de lo lindo con cada tema durante todo el concierto y siempre flotó sobre el ambiente un buen rollo mutuo.

Emerson y su banda saltaron al escenario de la Sala Macumba sobre las 10 horas cuando ya el respetable empezaba a impacientarse por el retraso de casi media hora sobre lo anunciado. Suele circular un chascarrillo por ahí que dice que si quieres ver tocar a un teclista, dale una partitura, y si quieres ver tocar a un guitarrista, quítasela. Este dicho, que no vale para genios de las teclas como Emerson, sí que resultó acertada para Dave Kilminster, el guitarra. Realmente muy bueno. Por destacar un tema, su acompañamiento al formidable Tarkus nos dejó a todos con la boca abierta. Otra cosa es que su voz no estuviera a la misma altura que su guitarra. Sin embargo, su virtuosismo y su desparpajo hizo olvidarnos del bueno de Greg Lake. Realmente un descubrimiento este chico. En cuanto al batería y al bajo, se limitaron a hacer su trabajo de acompañamiento, sin que pueda resaltarse nada mas, ni nada menos, al respecto.

En cuanto al setlist, Emerson nos deleitó con una buena selección de temas clásicos del power trío. Desde el citado Tarkus, pasando por el Honky Tonky, Fanfarria, Lucky Man, The Barbarian, Karn Evil 9, Peter Gun, etc, incluso se atrevió con un movimiento de su “Concerto”, que apareciera en el disco Works, pero en versión rock donde realmente el guitarra se salió. También sonó el América de su época de Nice y, como no, el famoso Rondo (que ya tocaba en sus tiempos de Nice) y que le ha servido toda una pila de años para macarrear sobre el teclado por todo el mundo. Eso sí, Emerson esta vez no se subió a cabalgar encima del teclado, ni clavó cuchillos sobre el mismo, ni se tiró al suelo para tocar la tocata de Bach “al revés”, como hacía en este tema en los viejos tiempos con el trío y como puede disfrutarse en el reciente DVD salido al mercado de título “Beyond the Beginning” y que, por cierto, no tiene desperdicio. Se limitó a interpretar este temazo y a tocar el teclado al revés, pero de pie. Ya no está para mucho trote si bien he de decir que, a sus 61 años lucía un aspecto muy juvenil, muy en forma, con pantalón y chaleco negros y muy bien peinada su clásica melena. Me sorprendió que en muchos temas Emerson tocara el teclado sólo utilizando los dedos índice y meñique de su mano derecha...así de sobrado anda todavía. La sorpresa del concierto vino en los bises pues se descolgaron con el Black Dog de Led Zeppelín, en una versión sin cambios apreciables respecto al original.

El sonido del concierto probablemente estuviera preparado para una sala llena de público. Lo cierto es que al desparramarse en una sala con tantas calvas en momentos fue estridente y la música sonó incluso distorsionada y sucia, lo que “cantó” especialmente en el solo de Emerson con su Moog desgranando las notas del Lucky Man. En otros pasajes, en cambio, afortunadamente fue aceptable. Fue el único aspecto negativo de la noche.

En resumen, aparte de este pequeño inconveniente (ya se sabe, toda obra maestra tiene un borrón), realmente fue un privilegio ver tan cerca y todavía tan vivo a uno de los mejores músicos y teclistas que ha dado la música. Fue una noche inolvidable.

 

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fotos Tomás García Luis
 
 
 
Tomás García Luis - Mayo 2006
 
 
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